El
viento llena su red
con
pájaros
y la
noche el viento la llena
con
astros
(Edmundo Camargo)
Las constelaciones que
Jenny Camargo nos ofrece en la exposición colectiva inaugurada en el Salon Gíldaro Antezana ayer 7 de agosto y que se exhibirá hasta el 20 de este mes nos invitan a tener una experiencia
habitada por la ternura infantil, las luces y sombras del anhelo de libertad,
la complicidad y el vínculo del legado femenino. Son doce las obras convocadas
a sondear este universo sideral que demuestran la madurez técnica y compositiva
de esta destacada artista plástica.
Presenciar cuadros como “Enclaustrados
III” donde una niña carga un bebe como producto nefasto de la muerte, mientras
el mundo baila sus dualismos siniestros podemos contemplar estos ángeles envueltos en papel periódico que se desvanecen entre la tinta y la sangre. El
polvo de estrellas se convierte en cenizas de la humanidad retratada en una niña
no posee el acostumbrado hilo rojo que Camargo otorga a sus pequeñas musas en
otros cuadros, pero aun así arrulla a un bebe sin vida, sin la posibilidad de la melancolía, porque la
muerte y la guerra han quebrado la
esperanza.
A la vez, la cercanía de
la artista con el universo infantil también retrata atmósferas donde la ternura
se transfigura en abrazos fraternos, que descubren la fuerza del legado y la
complicidad femenina, con el uso de transparencias, tules, bordados, estampados
florales que generan una búsqueda interna del vínculo expresado por el gesto
del cariño. La profundidad y la fuerza en que se encarnan estas pequeñas
constelaciones nos revelan que cada uno de sus personajes pictóricos son parte
de un cosmos encantado donde las estrellas, manzanas y colibríes conforman
siluetas celestiales que se enfrentan a la vida no por el sentido decorativo, porque
Camargo logra generar una colección que sobrepasa esa finalidad, ya que su
búsqueda estética demuestra disciplina y perseverancia por traslucir miradas
enigmáticas y la consonancia del alfabeto de las caricias condensadas en la
delicadeza del gesto de tocar el rostro de una niña en “el legado”, o
amortiguar el fugaz y dorado polvo de las estrellas atrapadas en la cárcel
mágica de los dedos infantiles de una novia transfigurada por un tul. La fuerza
aguda de la vida como un lenguaje pictórico, apropiándose del lienzo en base al
amor y la luz esa es la opción que ha decidido tomar el curso de la trayectoria de esta artista.
Una imagen que está
presente en varias obras de Camargo son jaulas abandonadas y colibríes que
sobrevuelan y acompañan a las protagonistas de las constelaciones, con el
fulgor de la única ave cuya rapidez de su aleteo forma el símbolo del infinito
y junto con el movimiento de los peces forman una ronda con el viento y nos
transportan al ritmo oceánico del tiempo…un tiempo de musas encantadas en la
profundidad del espacio celestial que son una provocación para visitar las
constelaciones que viven en los engranajes de las estrellas que se resisten a
ser fugaces.
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