Infierno Musical

Sunday, January 17, 2016

OIL & AMADO ESPINOZA



El tiempo y el espacio coincidieron este 15 de enero del 2016 para ser testigos de uno de los conciertos más esperados e inolvidables de este inicio de año. Oil & Amado Espinoza en la Muela del Diablo, con una producción impecable, que fusionó las sonoridades místicas de Espinoza y el energético desplazamiento en escena de Oil. La primera noche de concierto fue a-s-o-m-b-r-o-s-a. 

Alrededor de las 22:30 la Muela del diablo se transforma en un bunker. No más bien en una cueva. La claustrofobia se disipa entre la fricción de las personas que saturan el espacio, en varias pantallas del escenario principal podemos apreciar la película “Whiplash” (Damien Chazelle 2015) que muestra la escena final de un baterista angustiado que cercano al éxtasis logra enfrentarse a su maestro. La gente va llegando. Oil cumple doce años de trayectoria en julio de este año, tres discos un documental, giras por varias ciudades de Bolivia, Latinoamérica y Europa, son testimonio de su persistencia en la escena musical. La pantalla dispara imágenes de una nueva película, las escenas no corresponden al audio de La Bersuit. Lleno total. Buscamos nuestra ubicación, reserve la mesa con mi apellido materno que siempre acusan que subestimo. Mucha gente apoyada en los muros, una amiga recuerda que el 2009 estuvimos en el mismo espacio escuchando el marroplánico de Oil, Amado Espinoza, con Analia Abat, la nostalgia es bienvenida al igual que la impaciencia. Otra amiga paceña me dice ¿cómo estar en Cochabamba y no escuchar a Oil? Todas reímos: en el mismo lugar, en el mismo tiempo. El primero en entrar al escenario es el baterista Pipo Lara, luego Amado Espinoza (de visita por la llajta después de dos años de vivir en Kansas) que acaricia visualmente djembes, bongos y una multitud de instrumentos, Chelo Navia, Pichón Aguilar y Oli Devaux conforman la alineación esperada. Ajusten sus expectativas…esto ya comienza.


El primer set empieza con una versión nueva de “Nothing” (2006) del primer disco, varios la identifican, algunos la cantan, otros sacan sus celulares para disecar momentos y muchos empiezan a vibrar. La noche avanza con las palabras de Chelo Navia con su tradicional "buenas noches tribu", a continuación se escuchan tracks como “cobras negras” (2015) del último disco calavera, la fusión de guitarras, la vibración sincopada de un plato metálico estimulado por el golpe de una bagueta (G. Bello) marcan la continuidad del trance, Pipo Lara y Amado Espinoza fusionan sus percusiones como hermanos siameses. Oli Devaux cierra los ojos y sincrónicamente toca el bajo ¿qué universos musicales explorará un bajista cuando decide deslizarse en el ardor eléctrico de las cuerdas? A la mitad del primer set invitan a Brita que danza ritmos de medio oriente, Brita alcanza constelaciones en cada movimiento, su vientre es una máquina de cadencias, Chelo se aparta del escenario, poseído, dando el lugar a Brita la hermana de Espinoza. La diosa árabe.


Devil is comming! No es una amenaza. Es una aseveración, está en la “Muela del diablo” invocando la especie de jameada entre Chelo Navia, Pichón Aguilar que continúan confabulando juntos, ya que se conocen desde colegio, la complicidad es una ganancia del tiempo pero también de la capacidad de seguir respirando y encarnando la misma caja de resonancia. Un momento crucial se aproxima con “Machine gun man” (2010) que causa euforia masiva. Chelo Navia presenta oficialmente a Amado Espinoza recordando, que la primera vez que conocieron a Amado fue por un dj amigo (que está presente esa noche) cuando estaba experimentando con las percusiones junto al grupo, esta colaboración dio lugar a que Amado toque junto con ellos alrededor de 30 instrumentos, y posteriormente se logre la sesión del “marroplánico” que era una fusión del sonido marroquí y altiplánico, impulsando varios conciertos en escenarios como Na Cunna o la misma Muela del Diablo. Madre loba y un San Juanito son las canciones que cierran el primer set. El espíritu de la tribu sigue flotante y con sed de escuchar más de Oil.


El inicio del segundo set avanza en crescendo… llama la atención que cuando la banda  ingresa al escenario el ruido de la multitud persiste, por más que el ceremonial retorne, el auditorio se encapricha en posar para las fotos, brindar o simplemente las voces que no se apagan, pero poco a poco el silencio se expande lentamente entre los asistentes. Amado Espinoza ahora empieza a tocar un charango y Chelo Navia  evoca a Willy Claure y la cueca, recordando que este ritmo seis octavos (6/8) fue declarado patrimonio cultural de Bolivia, entonces, recuerdo a mi abuelo que tocaba el charango hasta hacerlo llorar (eso me dijeron mis tías), también sus cuentos del Temple Diablo, y la frustración de no haber aprendido a elaborar vinos y ocultarlos para que mi abuela no los descubra. Todo esto aterriza en el presente, mientras “vino eterno” una de las canciones mejor logradas de la noche entre la fusión de las cuerdas del charango y las distorsiones de la guitarra, aunque Chelo advierte que no es una cueca, todos aplauden, mientras Espinoza hace aletear entre sus manos una especie de matraca que el mismo fabricó, entre las últimas canciones Pichón se saca la polera verde, las luces escarlatas del escenario se activan con intensidad y llega el momento de la despedida, Sal (2015) canción promocional del disco calavera se escucha con fuerza, sabemos que el final se aproxima y por más que buscamos evitarlo, repetimos la clásica “una más y no jodemos más” obteniendo solo la yapa instrumental del primer día de concierto. 

 

Después de recorrer tracks, huellas o pistas de esta especie de arqueología sonora, recordando más de una década de apuesta por la música de esta banda, con sus nuevas versiones, arreglos y variaciones de sus composiciones, la tribu abandona la cueva, tal vez esta noche no descubrimos el fuego otros seguirán buscando a Tunupa. Nosotras nos vamos satisfechas esperando volver a ser convocadas.

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